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En la década de los ochenta, el páramo leonés cultiva mucha remolacha azucarera. Aún no se conoce la siembra a precisión y los sulfatos para las hierbas son escasos.
El entresaque y la eliminación de hierbas es manual y por tanto, se necesita mucha mano de obra.
No todos los cuerpos están hechos para este oficio. El trabajo es duro y conlleva un esfuerzo físico enorme. Una postura incómoda durante diez horas bajo el sol aplastante del mes de junio.
Los entresacadores se juntaban en cuadrillas de cinco para poder desplazarse en coche. Era muy raro que hubiese intermediarios.
En todos estos años, solo se dio un caso de intermediario; o para ser más preciso, de intermediaria. La Sra. Honorina, más conocida como “La Coronela”.
La Coronela era una mujer que no pasaba desapercibida, por su corpulencia , habilidad y desenvoltura como tratante, en un ambiente copado por hombres.
Honorina frecuenta mucho los bares de las localidades paramesas. En estos establecimientos cerraba muchos tratos con los agricultores. Mujer adelantada a su tiempo; llamaba la atención cuando pedía su café, copa y faria.
Gracias a La Coronela, mucha gente, en su mayoría mujeres, tenían trabajo en esta época. Llegó a contar con más de sesenta entresacadoras que desplazaba por los pueblos en autobús y varios taxis.
Los trabajadores procedía de Palacios de la Valduerna, Jiménez de Jamuz, Castrocalbón, Herreros, Calzada de la Valdería, La Bañeza y otros pueblos de la zona.
Cuando se acababa la campaña de trabajo, La Coronela organizaba una comida para su gente. Este año fue en el restaurante Barril de Jiménez de Jamuz.